Los extremos son malos, o por lo menos no tan buenos.
Según el diccionario el feminismo “es un conjunto heterogéneo de ideologías y de movimientos políticos, culturales y económicos que tienen como principal objetivo la igualdad de derechos entre varones y mujeres, así como cuestionar la dominación y la violencia de los hombres sobre las mujeres y la asignación de roles sociales según el género.”
En cambio, la definición del término machismo tiene otro matiz: “es una ideología que engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a promover la negación de la mujer como sujeto indiferentemente de la cultura, tradición, folclore o contexto.”
Sin embargo, en mi vida diaria, cada vez más puedo comprobar cómo personas que se hacen llamar “feministas” luchan para demostrar que la mujer es superior al hombre, y no igual. Desgraciadamente he constatado que para algunas personas el feminismo se ha convertido en la negación del hombre, llegando a ser ellas lo que tanto critican: unas “femini/machi-stas”. He oído que la respuesta a la pregunta “¿pueden las mujeres tenerlo todo?” era “las mujeres tienen cosas que los hombres nunca tendrán”… bien si es cierto, también ocurre lo contrario.

En mi opinión, hombres y mujeres han de completarse. Lo queramos o no, hemos de admitir que todos venimos de algún tipo de unión en la cual hombre y mujer tuvieron que aportar su parte. Una de las dos partes sola no habría bastado.
Y me pregunto: ¿por qué hacer tantas distinciones? ¿Acaso no sería mejor aprovechar nuestras diferencias? En lugar de crear diferencias, de separar, de competir, de rivalizar, ¿por qué no aprender a trabajar juntos, a ayudarnos, a crear sinergia para conseguir que 1+1 equivalga a 3?
Dejando a hombres y mujeres aparte, cada uno en su saco, este “3” no podrá conseguirse. La visión de los dos, con sus respectivas ideas y experiencias es esencial para el desarrollo y el crecimiento.
Tal y como se suele decir, hombres y mujeres ven los colores de una manera diferente. Los hombres tienden a simplificar y las mujeres a complicar. Los extremos nunca han sido buenos, ya lo hemos dicho. Por eso, encontrar este punto medio, ni tan simple ni tan complicado, mediante el diálogo, es importantísimo para el progreso y la evolución de cada uno y del conjunto.
No se puede volver atrás, pero lo que sí se puede es cambiar el futuro. Actuemos juntos, en común, para que así sea, para que lo que venga sea mejor que lo que fue.
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