No
hay nada como hacer una escapada para reencontrarse a uno mismo, y, al mismo
tiempo. Descubrir y aprender cosas nuevas. Italia no era precisamente un país
que me atraía particularmente. Sin embargo, las circunstancias se dieron de tal
forma que, hace unos días, viajé a Florencia
y Pisa, y he de decir que ambas
ciudades me sorprendieron gratamente.
Florencia, tal y como la
describen muchas guías turísticas, es la ciudad del Renacimiento por
excelencia, pero es muchísimo más que el famoso Ponte Vecchio o el David de
Miguel Ángel, aunque también es verdad que me he quedado boquiabierta con él, y
no precisamente por lo que muchos piensan sino más bien por la perfección con
la que sus músculos y su mirada están esculpidos, una mirada que parece cambiar
de pensativa hacia desafiante mientras uno va rodeando la estatua.
En la
ciudad, uno apenas puede caminar sin tropezarse con detalles arquitectónicos y
seguramente históricos en las fachadas de los inmuebles, en sus puertas, en las
fuentes,… Sin embargo, Florencia también es sinónimo, a su vez, de orden y
caos, modernidad e historia, conservación y descuido,… Un sin fin de obras de
arte, ya sea en materia de arquitectura, pintura o escultura, han sido o son
objeto de renovación y pueden contemplarse, en los museos pero también en las
plazas y calles. Sin embargo, otros edificios no corren la misma suerte y uno
puede ver como el tiempo ha ido haciendo mella en ellos, sin que nadie parezca
prestarles atención.
Perderse
por la calles de Florencia significa también mezclarse con la población local,
descubrir lugares inesperados, e intentar hacerse entender para encontrar su
camino, lo que, al final, no resulta tan complicado, pues Florencia es una
ciudad bastante pequeña que puede recorrerse caminando.
Alejarse
un poco del centro e ir Oltrarno, es decir al otro lado del río Arno, le
permite a uno tener una preciosa vista de la ciudad (y perderse por las calles
de otro barrio muy antiguo y empinado de la ciudad).
Pisa es otra ciudad pequeña que puede
visitarse en un día y medio. Pero no nos equivoquemos: Pisa es mucho más que la
Torre Inclinada o el conjunto monumental donde se encuentra esta. Pisa es una
ciudad rodeada de muralla, con unas calles llenas de historia y de edificios
sorprendentes, empezando por Santa María Della Spina, pequeña iglesia
construida en el borde del río.
La Piazza dei Cavalieri es otro sitio donde uno
podría pasarse horas mirando cada uno de los numerosos detalles de los
edificios que la conforman. No olvidemos tampoco las torres medievales ni la
Fortezza di Sangalio, o los numerosos callejones que encierran plazas y
edificios con olor a un pasado lejano.
Estando
en el la Piazza
del Duomo (allí donde está la famosa Torre), fuimos a comer al Ristorante Il Turista (Piazza Arcivescovado,
17). Nos fue recomendado, sino, en la vida habríamos entrado a un sitio con
tal nombre, y, aunque bien es cierto que algunos turistas van allí, también he
de decir que nunca probé Fusili al Pesto
tan buenos como los que comí allí.
En
cuanto al trato de la gente con la que nos encontramos tanto en una ciudad como
en otra, por lo general, fue muy amable y acogedora. Un consejo en cambio,
cuando caminéis, tened mucho cuidado donde piséis pues el estado de las aceras
y calles parece remontar, en muchos casos, a la época del renacimiento también…
el día que llegué, dejé de contar muy pronto el número de veces que me había
tropezado ya.
Maravillosa cronica y muy bien explicada con todo tipo de detalles me ha gustado mucho la verdad
ResponderEliminarGenial como siempre mejor explicado casi imposible he vurto a viajar allí después de 30 años con tu narracion.me ha gustado el punto picante de David. Besos. JAC
ResponderEliminarMuchísimas gracias por vuestros comentarios!!
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