domingo, 10 de diciembre de 2017

Recorriendo América: Escapada a Ecuador e Ipiales


Dado que mi visa caducaba a finales de noviembre, me tocaba salir de Colombia y volver a entrar para seguir en la legalidad. Así que el 28 de noviembre, viajé a Bogotá, de donde salí en autobús hacia Ipiales, la última ciudad antes de pasar la frontera de Rumichaca. Unas 22 horas que se hicieron largas por momentos (afortunadamente, el bus iba equipado de televisores y era confortable). Así que llegué el 30 por la mañana a la frontera, donde tocó hacer fila para primero salir de Colombia y luego entrar a Ecuador. Cambio de moneda y rumbo a Tulcán, la primera ciudad ecuatoriana después de la frontera, donde lo más destacable es el cementerio.

                   





El día siguiente, decidí volver a entrar a Colombia, así que me tocó hacer el mismo proceso a la inversa… un poco más de cuatro horas de fila durante las cuales pude hablar con personas, la mayoría Venezuelanos cuyo anhelo era empezar una nueva vida fuera de su país. Con todo lo que podían llevarse, algunos más, otros menos, me relataban las historias de sus vidas y lo tristes que se sentían al tener que dejar su tierra para poder darles un futuro a sus hijos. Se llevaban todo lo que podían pero a muchos ya les habían robado: los guardias fronterizos de su propio país les habían quitado, en algunos casos, el poco dinero que habían conseguido acumular para viajar, y estaban ahora cruzando Colombia, Ecuador, Perú,… sin apenas poder comer. A pesar de todo eso, no perdían ni la sonrisa, ni la esperanza de que días mejores estaban por venir.

Después de sellar mi nueva entrada a Colombia, siguiendo el consejo de un amigo, me dirigí al Santuario Las Lajas (muy cerca de Ipiales) y no lo lamento: un verdadero remanso de paz, en medio de la montaña, donde el cantar de los pájaros y el correr del agua le llevan a uno a otro mundo.

           



Luego siguieron otras 12 horas de bus, hasta llegar a Cali, donde pase el día con gente formidable que me hicieron sentir como en casa. Y por la noche, cogí de nuevo otro bus hasta llegar a Quibdó el día siguiente por la mañana: HOME SWEET HOME.


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