Si algo me gusta de vivir en Colombia, y más particularmente en Bogotá, es que las tradiciones subsisten a pesar de la globalización y de la modernidad. Mientras iba por la calle, me encontré con este lechero luchando para conservar estas costumbres del pasado. Si bien estamos acostumbrados a ver vendedores de verduras y frutas por la calle, después de cuatro años en la capital colombiana, aún no me había cruzado con ningún lechero.
No dejemos que mueran estos hábitos del pasado.
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