martes, 25 de junio de 2024

Los Vagabundos de Dios, Mario Mendoza

Conocí por primera vez a Mario Mendoza a través de su libro Satanás, y desde la página 1 el estilo con el que escribe me encantó. Cuando supe que venía a la Filbo 2024, y que además haría sesiones de firmas, no lo dude. Y efectivamente, le hice firmar Satanás que tanto significó para mí. 

Sin embargo, mientras estaba haciendo la fila para esta sesión de firmas, empecé a leer su última obra y me gustó tanto que decidí ir a otra sesión de firmas para que me autografiara también Los Vagabundos de Dios. Bueno, además Mario Mendoza es un autor muy cercano, que le habla a uno mientras le firma y personaliza la dedicatoria.


Sinopsis:

Adán Santana, un novelista con el cuerpo desbaratado y maltrecho por varios accidentes sucesivos, con un precario estado mental, que menguó sus fuerzas y su espíritu, sobrevivió como pudo al encierro de la pandemia y ahora es un náufrago inmóvil. La humanidad no cambió un ápice tras la prueba extrema que experimentó y él, en medio de ese caos, no sabe cómo retomar el rumbo, si es que aún existe alguno, después de todo lo que ha pasado. De manera misteriosa comienzan a llegarle señales de que debe volver al corazón oscuro de la ciudad que ha alimentado sus obras. La intempestiva aparición de un viejo amigo, un bohemio músico de jazz, lo pone en marcha al recomendarlo con una joven artista que recordó en terapia, por medio de la hipnosis, su propósito al conectarse con sus vidas pasadas.



Mi opinión:

Nuevamente Mario Mendoza sorprende con una novela cargada de realidades colombianas con sus protestas nacionales, el paro nacional, la represión político, los grupos armados al margen de la ley,... La historia transcurre durante la pandemia, en Bogotá, mientras estábamos en confinamiento. También es una historia en la que la depresión, esa gran enfermedad tan silenciosa, hace estragos en la salud mental y física de muchos. En este libro, el proceso creativo del autor fue parte de lo que vivió él durante dicha pandemia.

En algunas partes de esta historia, me sentí tan identificada que tenía la impresión de haberme confiado al autor antes de que las escribiera. Si algo me gustó también de esta novela, es la crítica justa y objetiva, la de ambos lados, no solo del partido político que tenía el poder en ese momento, sino también de la oposición, de la represión policial injustificada, pero también de la escalada de violencia contra los agentes cuando se incendiaron los CAI con ellos dentro.

Una increíble novela, que se lee muy rápido y sorprenderá al final.


Algunas de las citas que me gustaron (es que hay muchas):

Qué asco terminar uno convertido en lo que más detesta.

Los muertos a veces siguen guiando nuestros pasos.

El inconsciente suele ser un pícaro agazapado que siempre se sale con la suya, un bribón al que le gusta ponerse máscaras, esconderse, y cuando ya cree uno que lo tiene detectado, resulta ser que es un disfraz más para engañarnos.

Pero yo he visto a una cantidad de tarados creyéndose gran cosa porque van a la universidad, y qué va, son una partida de malparidos, de cobardes, de hipócritas, y de mediocres que no sirven para nada. [...] Estudiar no le hace a uno mejor persona.

¿Y sabe qué es la muerte, señor Santana? El gran regalo. Lo que nos libera de este sufrimiento.

La selfi es la prueba irrefutable de una enfermedad grave que carcome nuestro ser. [...] Ese exceso de ego creó ya generaciones enteras obsesionadas con su rostro, su delgadez atlética, su ropa y su yo triunfante y acomodado. Hoy ya no existe el tú, ni el él o ella, y mucho menos el nosotros. Es el imperio del pronombre personal de primera persona del singular. El mundo es yo.

Cuidar es una adicción [...] Y de las peores.

Tendemos a mirar el caos como si fuera algo negativo, como si estuviera mal, cuando podemos entenderlo como el paso necesario para que surja un nuevo mundo. Quizás el secreto está en abrazar el desorden con entusiasmo y alegría.

Creemos que los victimarios son gente maligna y descompuesta, que asesina, roba o hace daño en cierto tipo de circunstancias. No, no es así. Estamos tan mal, tan enfermos, que la gran mayoría disfruta enormemente viéndonos sufrir. Son felices cada vez que recibimos una mala noticia, que nos sucede alguna catástrofe o que entramos en una clínica a la sala de urgencias.

Se habla mucho de la importancia de la memoria, pero hemos descuidado la nobleza del olvido.

[...] los discursos de las personas no son importantes, sino sus prácticas, sus hechos, sus hábitos, sus comportamientos más arraigados.

No hay nada más nocivo que la gente que se cree buena.

[...] no te dejes alcanzar por ti mismo, escápate, que cuando tu ego intente atraparte tú ya estés en otro lugar. [...] En cada puerto, en cada estación de tren o en cada aeropuerto uno se muere un poco. Una parte de sí mismo se queda atrás. Y así, muriendo y muriendo de una ciudad en otra, de un pueblo en otro, uno termina por sentir que ya no es necesario suicidarse. Si se empieza a fantasear con envenenarse o con cortarse las venas, el mejor remedio no el la clínica psiquiátrica ni los antidepresivos, sino el aeropuerto o la terminal de autobuses. Entrar en movimiento es terapéutico.


Mi momento con Mario Mendoza mientras me firmaba este libro













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